lunes, 22 de enero de 2018

Acertijos

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Poema De Mario Benedetti

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Anécdotas y Adivinanzas

Anécdota

Todos tenemos grietas 

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole:
“Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir”.

El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente:
“Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.”
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchas flores hermosas a lo largo del camino, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.

                            
El aguador le dijo entonces
“¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.”
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.
vasija rota

Adivinanza

Imagen relacionada
En las manos de las damas

a veces estoy metido,

unas veces estirado

y otras veces encogido.
 
                              R// El abanico

Anécdotas y Adivinanzas

Anécdota

El árbol de la manzana 

Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo apreciaba mucho y todos los días jugaba a su alrededor. Trepaba por el árbol, y le daba sombra. El niño amaba al árbol y el árbol amaba al niño. Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste: “¿Vienes a jugar conmigo?”. Pero el muchacho contestó: “Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles.
Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos”. “Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero… pero puedes tomar todas mis manzanas y venderlas. Así obtendrás el dinero para tus juguetes”. El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó: “¿Vienes a jugar conmigo?”. “No tengo tiempo para jugar. Debo trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?”. “Lo siento, no tengo una casa, pero… puedes cortar mis ramas y construir tu casa”. El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario. Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado. “Vienes a jugar conmigo?”, le preguntó el árbol.
El hombre contestó: “Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?”. El árbol contestó: “Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz”. El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo. Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo: “Lo siento mucho, pero ya no tenga nada que darte, ni siquiera manzanas”.
El hombre replicó: “No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar… ahora ya estoy viejo. Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años…”. Entonces el árbol, con lágrimas en sus ojos, le dijo: “Realmente no puedo darte nada… lo único que me queda son mis raíces muertas, pero las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa”. El hombre se sentó junto al árbol y éste, feliz y contento, sonrió con lágrimas.
arbol de manzanas
Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son nuestros padres. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con papá y mamá… Cuando crecemos los dejamos… Sólo regresamos a ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas… No importa lo que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices. Parece que el muchacho es cruel contra el árbol… pero es así como nosotros tratamos a veces a nuestros padres.
Valoremos a nuestros padres mientras los tengamos a nuestro lado.

Adivinanza

Me llegan las cartas

y no sé leer

y, aunque me las trago,

no mancho el papel.

                R// El buzón

domingo, 21 de enero de 2018

Anécdota 4

VIAJE A JAPÓN 
Mientras estábamos en la estación de tren de Osaka me entraron ganas de ir al baño a mear, cuando fui a tirar de la cadena: HORROR!!!! Aquello parecía un panel de la nasa y todo estaba escrito en japonés. Solución: Puse en marcha mis dotes de deducción, pensé para mí, vamos a ver, aquí hay mogollón de botoncitos escritos en un idioma que no entiendo y como yo fijo que hay un montón de gente que tampoco los entiende y hay un botón gordo resaltado de color rojo y que pone en inglés PUSH así que esto debe ser para algo importante. Ni corta ni perezosa y pensando que había escogido bien le doy al botoncillo rojo, de repente empieza una sirena: ninoninonino….madreeeee!!!! ya la he liado!!!! Como ya no tenía mucho que perder empecé a tocar todos los botones escritos en japo y allí empezó a saltar agua, a sonar pajarillos, etc, etc… así que salí para fuera y todas las japonesas que estaban espolvoreándose la cara con maquillaje se me quedaron mirando, yo me dije: piernas para qué os quiero así que salí escopetada para fuera y le dije a mi marido: corre!!! Él me pregunta: ¿has sido tú la de la alarma? No necesitó una respuesta…lo peor: policías salían como champiñones de todos los lados !!! Más tarde hablando con un chico japonés me dijo que seguramente habría apretado la alarma antivioladores…

Anécdota 3

VIAJE A AUSTRALIA

Estaba escuchando tranquilamente a la guía como nos describía la Casa Natal de Mozar, de repente, me da por coger la mano de mi novio que en “teoría” estaba detrás de mí y oigo una vocecilla como salida de ultratumba diciendo: “perdona, pero creo que mi mano no es la que quieres coger” me giro y TIERRA, TRÁGAME!!!! Allá estaba una adorable viejecilla plantada y mi mano estaba enlazada a la suya así que podéis imaginar: yo roja como un tomate y salí de allí lo más rápido que pude!!!!

sábado, 20 de enero de 2018

Cuento con valores

La responsabilidad  : 

El águila y la tortuga

Fábula El águila y la tortuga


Érase una vez una tortuga que vivía muy cerca de donde un águila tenía su nido. Cada mañana observaba a la reina de las aves y se moría de envidia al verla volar.
– ¡Qué suerte tiene el águila! Mientras yo me desplazo por tierra y tardo horas en llegar a cualquier lugar, ella puede ir de un sitio a otro en cuestión de segundos ¡Cuánto me gustaría tener sus magníficas alas!
El águila, desde arriba, se daba cuenta de que una tortuga siempre la seguía con la mirada, así que un día se posó a su lado.
– ¡Hola, amiga tortuga! Todos los días te quedas pasmada contemplando lo que hago ¿Puedes explicarme a qué se debe tanto interés?
– Perdona, espero no haberte parecido indiscreta… Es tan sólo que me encanta verte volar ¡Ay, ojalá yo fuera como tú!
El águila la miró con dulzura e intentó animarla.
– Bueno, es cierto que yo puedo volar, pero tú tienes otras ventajas; ese caparazón, por ejemplo, te protege de los enemigos mientras que yo voy a cuerpo descubierto.
La tortuga respondió con poco convencimiento.
– Si tú lo dices… Verás, no es que me queje de mi caparazón pero no se puede comparar con volar ¡Tiene que ser alucinante contemplar el paisaje desde el cielo, subir hasta las nubes, sentir el aire fresco en la cara y escuchar de cerca el sonido del viento justo antes de las tormentas!
La tortuga tenía los ojos cerrados mientras imaginaba todos esos placeres, pero de repente los abrió y en su cara se dibujó una enorme sonrisa ¡Ya sabía cómo cumplir su gran sueño!
– Escucha, amiga águila ¡se me ocurre una idea!  ¿Qué te parece si me enseñas a volar?
El águila no daba crédito a lo que estaba escuchando.
– ¿Estás de broma?
– ¡Claro que no! ¡Estoy hablando completamente en serio! Eres el ave más respetada del cielo y no hay vuelo más estiloso y elegante que el tuyo ¡Sin duda eres la profesora perfecta para mí!
El águila no hacía más que negar con la cabeza mientras escuchaba los desvaríos de la tortuga ¡Pensaba que estaba completamente loca!
– A ver, amiga, déjate de tonterías…  ¿Cómo voy a enseñarte a volar? ¡Tú nunca podrás conseguirlo! ¿Acaso no lo entiendes?… ¡La naturaleza no te ha regalado dos alas y tienes que aceptarlo!
La testaruda tortuga se puso tan triste que de sus ojos redondos como lentejitas brotaron unas lágrimas que daban fe de que su sufrimiento era verdadero.
Con la voz rota de pena continuó suplicando al águila que la ayudara.
– ¡Por favor, hazlo por mí! No quiero dejar este mundo sin haberlo intentado. No tengo alas pero estoy segura de que al menos podré planear como un avión de papel ¡Por favor, por favor!
El águila ya no podía hacer nada más por convencerla. Sabía que la tortuga era una insensata pero se lo pedía con tantas ganas que al final, cedió.
– ¡Está bien, no insistas más que me vas a desquiciar! Te ayudaré a subir pero tú serás la única responsable de lo que te pase ¿Te queda claro?
– ¡Muy claro! ¡Gracias, gracias, amiga mía!
El águila abrió sus grandes y potentes garras y la enganchó por el caparazón. Nada más  remontar el vuelo, la tortuga se volvió loca de felicidad.
– ¡Sube!… ¡Sube más que esto es muy divertido!
El águila ascendió  más alto, muy por encima de las copas de los árboles y dejando tras de sí los picos de las montañas.
¡La tortuga estaba disfrutando como nunca! Cuando se vio lo suficientemente arriba, le gritó:
– ¡Ya puedes soltarme!  ¡Quiero planear surcando la brisa!
El águila no quiso saber nada pero obedeció.
– ¡Allá tú! ¡Que la suerte te acompañe!
Abrió las garras y, como era de esperar, la tortuga cayó imparable a toda velocidad contra el suelo ¡El tortazo fue mayúsculo!
– ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, qué dolor! No puedo ni moverme…
El águila bajó en picado y comprobó el estado lamentable en que su amiga había quedado. El caparazón estaba lleno de grietas, tenía las cuatro patitas rotas y su cara ya no era verde, sino morada. Había sobrevivido de milagro pero tardaría meses en recuperarse de las heridas.
El águila la incorporó y se puso muy seria con ella.
– ¡Traté de avisarte del peligro y no me hiciste caso, así que aquí tienes el resultado de tu estúpida idea!
La tortuga, muy dolorida, admitió su error.
– ¡Ay, ay, tienes razón, amiga mía!  Me dejé llevar por la absurda ilusión de que las tortugas también podíamos volar y me equivoqué. Lamento no haberte escuchado.
Así fue cómo la tortuga comprendió que era tortuga y no ave, y que como todos los seres vivos, tenía sus propias limitaciones. Al menos el porrazo le sirvió de escarmiento y, a partir de ese día, aprendió a escuchar los buenos consejos de sus amigos cada vez que se le pasaba por la cabeza cometer alguna nueva locura.
Moraleja: La tortuga despreció la advertencia de su prudente amiga y las consecuencias fueron desastrosas. Esta fábula nos enseña que en la vida, antes de actuar, debemos valorar los consejos de la gente buena y sensata que nos quiere.

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