lunes, 22 de enero de 2018

Acertijos

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Poema De Mario Benedetti

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Anécdotas y Adivinanzas

Anécdota

Todos tenemos grietas 

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole:
“Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir”.

El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente:
“Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.”
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchas flores hermosas a lo largo del camino, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.

                            
El aguador le dijo entonces
“¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.”
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.
vasija rota

Adivinanza

Imagen relacionada
En las manos de las damas

a veces estoy metido,

unas veces estirado

y otras veces encogido.
 
                              R// El abanico

Anécdotas y Adivinanzas

Anécdota

El árbol de la manzana 

Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo apreciaba mucho y todos los días jugaba a su alrededor. Trepaba por el árbol, y le daba sombra. El niño amaba al árbol y el árbol amaba al niño. Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo triste: “¿Vienes a jugar conmigo?”. Pero el muchacho contestó: “Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles.
Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos”. “Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero… pero puedes tomar todas mis manzanas y venderlas. Así obtendrás el dinero para tus juguetes”. El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste.
Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó: “¿Vienes a jugar conmigo?”. “No tengo tiempo para jugar. Debo trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?”. “Lo siento, no tengo una casa, pero… puedes cortar mis ramas y construir tu casa”. El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca más volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario. Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado. “Vienes a jugar conmigo?”, le preguntó el árbol.
El hombre contestó: “Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?”. El árbol contestó: “Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz”. El hombre cortó el tronco y construyó su bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo. Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo: “Lo siento mucho, pero ya no tenga nada que darte, ni siquiera manzanas”.
El hombre replicó: “No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar… ahora ya estoy viejo. Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años…”. Entonces el árbol, con lágrimas en sus ojos, le dijo: “Realmente no puedo darte nada… lo único que me queda son mis raíces muertas, pero las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven, siéntate conmigo y descansa”. El hombre se sentó junto al árbol y éste, feliz y contento, sonrió con lágrimas.
arbol de manzanas
Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son nuestros padres. Cuando somos niños, los amamos y jugamos con papá y mamá… Cuando crecemos los dejamos… Sólo regresamos a ellos cuando los necesitamos o estamos en problemas… No importa lo que sea, ellos siempre están allí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices. Parece que el muchacho es cruel contra el árbol… pero es así como nosotros tratamos a veces a nuestros padres.
Valoremos a nuestros padres mientras los tengamos a nuestro lado.

Adivinanza

Me llegan las cartas

y no sé leer

y, aunque me las trago,

no mancho el papel.

                R// El buzón

domingo, 21 de enero de 2018

Anécdota 4

VIAJE A JAPÓN 
Mientras estábamos en la estación de tren de Osaka me entraron ganas de ir al baño a mear, cuando fui a tirar de la cadena: HORROR!!!! Aquello parecía un panel de la nasa y todo estaba escrito en japonés. Solución: Puse en marcha mis dotes de deducción, pensé para mí, vamos a ver, aquí hay mogollón de botoncitos escritos en un idioma que no entiendo y como yo fijo que hay un montón de gente que tampoco los entiende y hay un botón gordo resaltado de color rojo y que pone en inglés PUSH así que esto debe ser para algo importante. Ni corta ni perezosa y pensando que había escogido bien le doy al botoncillo rojo, de repente empieza una sirena: ninoninonino….madreeeee!!!! ya la he liado!!!! Como ya no tenía mucho que perder empecé a tocar todos los botones escritos en japo y allí empezó a saltar agua, a sonar pajarillos, etc, etc… así que salí para fuera y todas las japonesas que estaban espolvoreándose la cara con maquillaje se me quedaron mirando, yo me dije: piernas para qué os quiero así que salí escopetada para fuera y le dije a mi marido: corre!!! Él me pregunta: ¿has sido tú la de la alarma? No necesitó una respuesta…lo peor: policías salían como champiñones de todos los lados !!! Más tarde hablando con un chico japonés me dijo que seguramente habría apretado la alarma antivioladores…

Anécdota 3

VIAJE A AUSTRALIA

Estaba escuchando tranquilamente a la guía como nos describía la Casa Natal de Mozar, de repente, me da por coger la mano de mi novio que en “teoría” estaba detrás de mí y oigo una vocecilla como salida de ultratumba diciendo: “perdona, pero creo que mi mano no es la que quieres coger” me giro y TIERRA, TRÁGAME!!!! Allá estaba una adorable viejecilla plantada y mi mano estaba enlazada a la suya así que podéis imaginar: yo roja como un tomate y salí de allí lo más rápido que pude!!!!

sábado, 20 de enero de 2018

Cuento con valores

La responsabilidad  : 

El águila y la tortuga

Fábula El águila y la tortuga


Érase una vez una tortuga que vivía muy cerca de donde un águila tenía su nido. Cada mañana observaba a la reina de las aves y se moría de envidia al verla volar.
– ¡Qué suerte tiene el águila! Mientras yo me desplazo por tierra y tardo horas en llegar a cualquier lugar, ella puede ir de un sitio a otro en cuestión de segundos ¡Cuánto me gustaría tener sus magníficas alas!
El águila, desde arriba, se daba cuenta de que una tortuga siempre la seguía con la mirada, así que un día se posó a su lado.
– ¡Hola, amiga tortuga! Todos los días te quedas pasmada contemplando lo que hago ¿Puedes explicarme a qué se debe tanto interés?
– Perdona, espero no haberte parecido indiscreta… Es tan sólo que me encanta verte volar ¡Ay, ojalá yo fuera como tú!
El águila la miró con dulzura e intentó animarla.
– Bueno, es cierto que yo puedo volar, pero tú tienes otras ventajas; ese caparazón, por ejemplo, te protege de los enemigos mientras que yo voy a cuerpo descubierto.
La tortuga respondió con poco convencimiento.
– Si tú lo dices… Verás, no es que me queje de mi caparazón pero no se puede comparar con volar ¡Tiene que ser alucinante contemplar el paisaje desde el cielo, subir hasta las nubes, sentir el aire fresco en la cara y escuchar de cerca el sonido del viento justo antes de las tormentas!
La tortuga tenía los ojos cerrados mientras imaginaba todos esos placeres, pero de repente los abrió y en su cara se dibujó una enorme sonrisa ¡Ya sabía cómo cumplir su gran sueño!
– Escucha, amiga águila ¡se me ocurre una idea!  ¿Qué te parece si me enseñas a volar?
El águila no daba crédito a lo que estaba escuchando.
– ¿Estás de broma?
– ¡Claro que no! ¡Estoy hablando completamente en serio! Eres el ave más respetada del cielo y no hay vuelo más estiloso y elegante que el tuyo ¡Sin duda eres la profesora perfecta para mí!
El águila no hacía más que negar con la cabeza mientras escuchaba los desvaríos de la tortuga ¡Pensaba que estaba completamente loca!
– A ver, amiga, déjate de tonterías…  ¿Cómo voy a enseñarte a volar? ¡Tú nunca podrás conseguirlo! ¿Acaso no lo entiendes?… ¡La naturaleza no te ha regalado dos alas y tienes que aceptarlo!
La testaruda tortuga se puso tan triste que de sus ojos redondos como lentejitas brotaron unas lágrimas que daban fe de que su sufrimiento era verdadero.
Con la voz rota de pena continuó suplicando al águila que la ayudara.
– ¡Por favor, hazlo por mí! No quiero dejar este mundo sin haberlo intentado. No tengo alas pero estoy segura de que al menos podré planear como un avión de papel ¡Por favor, por favor!
El águila ya no podía hacer nada más por convencerla. Sabía que la tortuga era una insensata pero se lo pedía con tantas ganas que al final, cedió.
– ¡Está bien, no insistas más que me vas a desquiciar! Te ayudaré a subir pero tú serás la única responsable de lo que te pase ¿Te queda claro?
– ¡Muy claro! ¡Gracias, gracias, amiga mía!
El águila abrió sus grandes y potentes garras y la enganchó por el caparazón. Nada más  remontar el vuelo, la tortuga se volvió loca de felicidad.
– ¡Sube!… ¡Sube más que esto es muy divertido!
El águila ascendió  más alto, muy por encima de las copas de los árboles y dejando tras de sí los picos de las montañas.
¡La tortuga estaba disfrutando como nunca! Cuando se vio lo suficientemente arriba, le gritó:
– ¡Ya puedes soltarme!  ¡Quiero planear surcando la brisa!
El águila no quiso saber nada pero obedeció.
– ¡Allá tú! ¡Que la suerte te acompañe!
Abrió las garras y, como era de esperar, la tortuga cayó imparable a toda velocidad contra el suelo ¡El tortazo fue mayúsculo!
– ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, qué dolor! No puedo ni moverme…
El águila bajó en picado y comprobó el estado lamentable en que su amiga había quedado. El caparazón estaba lleno de grietas, tenía las cuatro patitas rotas y su cara ya no era verde, sino morada. Había sobrevivido de milagro pero tardaría meses en recuperarse de las heridas.
El águila la incorporó y se puso muy seria con ella.
– ¡Traté de avisarte del peligro y no me hiciste caso, así que aquí tienes el resultado de tu estúpida idea!
La tortuga, muy dolorida, admitió su error.
– ¡Ay, ay, tienes razón, amiga mía!  Me dejé llevar por la absurda ilusión de que las tortugas también podíamos volar y me equivoqué. Lamento no haberte escuchado.
Así fue cómo la tortuga comprendió que era tortuga y no ave, y que como todos los seres vivos, tenía sus propias limitaciones. Al menos el porrazo le sirvió de escarmiento y, a partir de ese día, aprendió a escuchar los buenos consejos de sus amigos cada vez que se le pasaba por la cabeza cometer alguna nueva locura.
Moraleja: La tortuga despreció la advertencia de su prudente amiga y las consecuencias fueron desastrosas. Esta fábula nos enseña que en la vida, antes de actuar, debemos valorar los consejos de la gente buena y sensata que nos quiere.

Cuento fantástico

El chico que fue a buscar al Viento del Norte

Cuento popular El chico que fue a buscar al Viento del Norte


Érase una vez un muchacho bueno y trabajador que cada semana se encargaba de ir al mercado para que no tuviera que hacerlo su querida madre.
Un día que regresaba a casa con las bolsas llenas, el Viento del Norte empezó a soplar con tanta fuerza que todos los alimentos salieron volando y fueron a parar a no se sabe dónde.
Al verse con las manos vacías se enfadó muchísimo y tomó una decisión: ir a casa del Viento del Norte para mostrarle su indignación y pedirle que le devolviera la comida que había comprado.
La casa estaba lejísimos y tardó mucho en llegar, pero el viento le recibió con los brazos abiertos y una sonrisa afable.
– Dime ¿qué deseas de mí? Has caminado durante horas así que imagino que será algo realmente importante.
– Vengo a pedirte que me devuelvas los alimentos que compré esta mañana. Tu soplido fue tan fuerte que salieron disparados y casi no me queda  dinero para hacer la compra otra vez.
El viento se sintió un poco avergonzado.
– Lo siento, tienes razón… ¡A veces me cuesta controlar la fuerza!  Te prometo que yo no  tengo tu comida y me es imposible devolvértela, pero para compensarte te regalo este mantel blanco.
– ¿Un mantel? ¡Pero si los manteles no se comen!
– ¡Ja, ja, ja! Tranquilo, es un mantel mágico; cuando quieras comer solo tienes que decirle: “Mantel, sírveme ricos manjares que estoy hambriento”  ¡Te aseguro que es muy obediente!
El chico aceptó las disculpas y se fue con el mantel bajo el brazo.
Todavía tenía por delante un largo camino de vuelta a casa, así que paró en una posada para pasar la noche. Entró en la habitación y enseguida notó que su estómago estaba completamente  vacío y sus tripas no dejaban de sonar. Se quitó rápidamente los zapatos para ponerse cómodo y  extendió el mantel mágico en un rincón.
Tal como le explicó el Viento del Norte, dijo en voz alta:
– Mantel, sírveme ricos manjares que estoy hambriento.
¡Qué maravilla! Sobre el mantel aparecieron varios platos a cada cual más delicioso: asado de  carne, legumbres con verduras, salmón braseado y tortitas de maíz con chocolate.
¡El muchacho se puso las botas y no dejó ni las migas! Se acostó con el buche lleno y se quedó profundamente dormido, pero no se dio cuenta de que había dejado la puerta del cuarto entreabierta y el posadero lo había visto todo desde el pasillo.
– Ese mantel tiene que ser mío… ¡Ahora mismo voy a dar el cambiazo!
El muy ladino buscó en un cajón de la cocina un mantel casi idéntico, y aprovechando que el chico roncaba plácidamente, se llevó el mantel mágico y dejó el de tela normal y corriente en su lugar.
Al día siguiente, el joven  recogió sus pertenencias y regresó a su casa. Entusiasmado, le dijo a su madre:
– ¡Mira lo que traigo mamá!
– Ya veo, un mantel blanco… ¿Qué tiene de especial, hijo?
– ¡Ahora verás, observa con atención!
Extendió el mantel y exclamó:
– Mantel, sírveme ricos manjares que estoy hambriento.
Nada sucedió y como es lógico, la madre se quedó mirando la escena totalmente desconcertada.
– Corazón mío  ¿te has vuelto loco?… ¡Estás hablando con un mantel!
El muchacho no entendía dónde estaba el fallo  ¡¿Cómo era posible que el mantel mágico no funcionara si la noche anterior lo había hecho perfectamente?!
Indignado, enrolló la tela y se fue a ver de nuevo al viento del Norte.  Caminó y caminó sin descanso hasta que se plantó en su puerta.
– ¿Otra vez aquí, chaval? ¿Sucede algo?
– ¡Este mantel no sirve para nada, solo es un trapo como otro cualquiera!
– Tranquilízate, amigo, todo tiene solución. No sé qué ha podido suceder, pero te haré otro regalo aún mejor para que se te pase el disgusto. Ten, este carnero es para ti.
¿Un carnero?
– Sí, un carnero… ¿A que es monísimo? Pues  te diré que además de bonito es mágico. Cuando necesites dinero dile en voz alta: “Carnero, dame dinero” ¡Será como tener un banco siempre a tu disposición!
– ¡Está bien! Espero no tener problemas esta vez. Gracias y hasta siempre.
El joven emprendió el camino de regreso llevándose al carnero sujeto con una cuerda como si fuera un perrito. Volvió a parar en la posada con intención de pasar la noche, pero antes de echarse a dormir, probó a ver si el  carnero era mágico de verdad.
Mirándole a los ojos,  le ordenó:
– ¡Carnero, dame dinero!
¡Se quedó asombrado! ¡De la boca del carnero salieron las diez monedas de oro más relucientes que jamás había visto!
– ¡Madre mía, esto es increíble!… ¡Este carnero es un auténtico chollo! ¡Qué feliz se va a poner mi madre cuando lo vea!
Se tumbó en la cama y cedió al animal un sitio a sus pies para que también él pudiera descansar.
Desgraciadamente, tampoco esta vez se dio cuenta de que no había cerrado del todo la puerta y el avaricioso posadero le había estado observando todo el rato. En cuanto se quedó dormido el muy rufián entró sigilosamente y robó el animal dejando otro igual sobre el colchón.
Al día siguiente el joven y el falso carnero mágico llegaron a casa.
– ¡Mami, mami, mira lo que me ha regalado el viento del Norte!
– Ya veo, ya… ¡un carnero! ¿Para qué lo queremos si no tenemos granja?
– ¡Ahora mismo lo vas a comprobar!…  Carnero, dame dinero.
El carnero ni se inmutó y siguió olfateándolo todo con indiferencia. El chico repitió la frase en voz más alta por si estaba un poco sordo.
– ¡Carnero, dame dinero!
El carnero se giró hacia él demostrando que sordo no estaba, pero no soltó ni una simple moneda.
– ¡No es posible!…  ¡Pero si anoche me dio diez monedas de oro! ¡Me largo a quejarme al viento del Norte!
Estaba tan molesto que cuando el viento le recibió no se anduvo con contemplaciones.
– ¡Ya estoy harto! ¡Este carnero tampoco me sirve! No comprendo qué demonios está pasando pero te aseguro que mi paciencia está llegando a su fin.
– ¡Vaya, lo siento, amigo! Te daré otro regalo que espero que no te defraude. Ten este palo, es lo último que me queda. No es un palo corriente, ya verás. Si le dices “¡Pega, bastón!”, lo hará. Creo que podrá serte muy útil, confía en mí.
El chico lo cogió de mala gana y se fue de allí poco convencido de su valor.
– “¡Un palo que pega! ¿Para qué podré necesitar algo así?”
Llegó a la posada de siempre para hospedarse durante la noche, y al ver la cara de felicidad que puso el posadero cuando lo vio entrar, se dio cuenta de lo que había sucedido.
– “¡Claro, ya lo entiendo! Este tipo fue quien me robó los dos regalos y por eso se alegra tanto de verme ¡Se va a enterar el muy listo!”
Se fue a la habitación, dejó el palo junto a la almohada y se acostó. Después, cerró los ojos y fingió roncar para que el posadero pensara que estaba profundamente dormido. Pasados unos minutos, el hombre entró, cogió el bastón y justo cuando iba a salir el muchacho gritó:
– ¡Pega, bastón! ¡Pega, bastón!
El palo cobró vida repentinamente y comenzó a darle golpes en las piernas al posadero, que huyó despavorido por las escaleras. De nada le sirvió, porque el bastón le persiguió sin piedad.
– ¡Ay, ay, qué dolor! ¡Por favor dile que pare, me está destrozando los huesos!
– ¡Se lo diré si me devuelves el mantel  y el carnero, ladrón de pacotilla!
– ¡Ay sí, sí! ¡Tienes mi palabra!
El joven vociferó:
– ¡Para, bastón!
El palo regresó a su mano derecha como si fuera un halcón amaestrado y el posadero, muy a regañadientes, entregó el mantel y el carnero a su verdadero dueño.
El muchacho regresó a su casa feliz y no con uno sino con tres valiosísimos regalos: un mantel para tener deliciosa comida en cualquier momento, un carnero que le daría monedas de oro cuando se las pidiera y un bastón de armas tomar que le defendería el resto de su vida.
A partir de ese día, él y su madre fueron muy dichosos gracias al generoso viento del Norte que, aunque a veces soplaba con demasiada fuerza, sabía cómo disculparse y compensar sus meteduras de pata.

Mito ecuatoriano

Mito ecuatoriano - LA VIUDA ALEGRE





En los días en los que la energía eléctrica era un extraño y raro fenómeno, décadas atrás, pasadas las altas horas de la noche, cuenta el vulgo qué, metido en la oscuridad, en medio de las callejuelas angostas y adoquinadas, aparecía a lo lejos el resplandor de la luz ávida, intermitente de un farol.

Moviéndose con insistencia, lujuria, de un costado a otro, agarrado de las manos bellas, pálidas y misteriosas de la "Viuda Alegre".

Adelante de sus pasos apresurados y del perfil hermoso, sensual, esbelto y sutil de quien también llamaban la "Viuda Negra", que se tapaba con un velo, escondiendo su rostro en la oscuridad de la noche.

Cubierta de un traje negro caminaba seductoramente, dispuesta a lograr una nueva conquista… para el camino a la locura o a la muerte. Los caballeros de aquel tiempo temerosos se escondían o corrían…

Aseguran que la viuda alegre era un alma en pena, que en su vida terrenal había dado malos pasos. Luego de enviudar, antes de su deceso, tuvo una vida pecaminosa llena de infidelidad y lujuria, razón por la que fue expulsada del purgatorio, del más allá.

Enviada de regreso a la vida, posiblemente para cumplir una misión o sedienta de venganza.

Desde entonces iba buscando en el camino a caballeros, jóvenes, hombres casados; impávidos, para seducirles con el menear incisivo de la luz de su farol.

Los caballeros hipnotizados la seguían, atrás, abúlicos, por la calle Bolívar, por San Blas, San Sebastián, los chaquiñanes.

Ella se insinuaba, ante los ojos y oídos escondidos de los testigos, que se encontraban asombrados tras las rejas de las ventanas y balcones.

Se iba por las casas, llegaba a las puertas grandes, barrocas, desproporcionadas, coloniales, de dos hojas, que se encontraban aseguradas con puntales de madera, resguardadas de la viuda alegre.

Ella tocaba las puertas, llamaba a los maridos de cada pocilga, con cánticos, melodías seductoras, con lamentos, voces obscenas.

El sonido y la luz del candelabro ingresaban por las rendijas de las ventanas, por debajo de las puertas. La familia, la esposa, se encargaban de proteger, y sobre todo de guardar al marido, al padre de familia para que no caiga en la seducción de la viuda. Les amarraban en los cuartos más distantes, en los sótanos. Oraban, hasta que la viuda buscara otra casa. por lo general con voces de angustia era frecuente oír: ¡Busque otra puerta!

Una vez que caía en tentación algún caballero, ante la provocación de la dama, esta la llevaba, haciéndole recorrer por todas las calles del pueblo, avergonzándoles, en presencia de las miradas solapadas y la burla de la gente; para luego guiarles a los barrancos del río Tomebamba, a los despeñaderos y acantilados del Vado y San Sebastián.

Entonces, a solas, asentaba el farol en un costado y se desvestía, se sacaba el abrigo y el vestido negro, poco a poco.

El caballero observaba ansioso, la luz del farol iba desvaneciéndose conforme la mujer iba despojándose de sus vestiduras, mientras al hombre, en una metamorfosis, le nacían cuernos en la cabeza, en la frente: "igualitos a los que luce Lucifer".

La viuda se destapaba pausadamente, hasta que al final, un instante antes de apagarse el farol y de descubrirse por completo el rostro, la viuda alegre desaparecía.

El hombre caía inconsciente al barranco, algunos morían, otros quedaban locos y heridos, pero todos con dos cuernos en la frente… deshonrados.

La gente del pueblo aseguraba haber visto en ese tiempo, esconderse en los portones de las pocilgas ó de las casonas, de vez en cuando en conflictos, a hombres convertidos en diablos, con unos extraños cuernos y con un rabo en las posaderas, que se quedaba a veces atascado en las rendijas de las puertas que dan a la calle, que se cerraban en el apuro.

Contaban que los familiares de algún caballero desaparecido, acostumbraban buscarlo en los despeñaderos, para luego refundirle en algún lugar recóndito de la casa, para siempre.

Mito ecuatoriano

Mito ecuatoriano - LA OLLA DEL PANECILLO




Se dice que en Quito había una mujer que todos los días llevaba su vaquita al Panecillo para que pudiera comer ya que no tenía un potrero donde llevarla.
Un buen día, mientras recogía un poco de leña, dejó a la vaquita cerca de la olla pero a su regreso ya no la encontró. Muy asustada, se puso a buscarla por los alrededores.

Pasaron algunas horas y la vaquita no aparecía. En su afán por encontrarla, bajó hasta el fondo de la misma olla y su sorpresa fue muy grande cuando llegó a la entrada de un inmenso palacio.

Cuando pudo recuperarse de su asombro, miró que en un lujoso trono estaba sentada una bella princesa que al ver allí a la humilde señora, le preguntó sonriendo:


-¿Cuál es el motivo de tu visita?
- ¡He perdido a mi vaca! Y si no la encuentro quedaré en la mayor miseria. Contestó la mujer llorando.
La princesa, para calmar el sufrimiento de la señora, le regaló una mazorca y un ladrillo de oro. Además, la consoló asegurándole que su querida vaquita estaba sana y salva.
La mujer agradeció a la princesa y salió contenta con sus obsequios. Pero, cuando llegó a la puerta, se llevó una gran sorpresa al ver a su vaca de regreso. -¡Ahí está mi vaca! Gritó la mujer muy contenta.

Y fue así como la mujer y la vaquita regresaron a su casa luego de esa inolvidable aventura que quedó escondida en la Olla del Panecillo. 

Leyenda ecuatoriana

Leyenda ecuatoriana - Leyenda de María Angula





La historia cuenta sobre una niña de una edad de 14 años, su madre vendía tripa mishqui, (es una comida tradicional que son tripas de res y se las pone sobre un brasero con carbón caliente para que vaya cociéndose lentamente, de los cual bota un aroma penetrante), esto se lo vende en una de las esquina de la ciudad colonial en Quito.

En una ocasión la madre de Mariangula mandó a comprar tripas, pero como esta niña era muy inquieta se fue a jugar con sus amigos e hizo caso omiso al mandado de su madre y para colmo se gastó el dinero para la compra de las tripas.

La niña preocupada por lo sucedido se imaginaba que su madre le iba a pegar.

Entre la preocupación de la Mariangula que caminaba por las calles paso por el cementerio, y se le ocurrió la macabra idea de sacarle las tripas de uno de los muertos que recién lo habían enterrado las sacó y las llevo a su mamá para que las vendiera y en efecto logro su objetivo para no ser castigada, las tripas se vendieron muy bien cosa que a todo el que compraba le gusto y en algunos casos se repitieron.

Ya en horas de las noche, en casa donde vivía con su familia era una casa tradicional de dos pisos como las que hay en Quito colonial, Mariangula se acordaba de lo que había hecho. Cuando de repente escucho la puerta que se abrió fuertemente, ero lo trágico es que ella era la única que escuchaba aquellos ruidos y los demás seguían muy dormidos como si no pasaba nada, a pesar de los muchos ruidos que se escuchaba en la casa.

Cuando los ruidos era muy fuertes y se podían escuchar con claridad puso mucha atención que decían:" Marianguuula , dame mis tripas y mi pusún que te robaste de mi santa sepultura"
Aquella voz se escuchaba cada vez más cerca de su habitación y Mariangula se iba poniendo muy asustada ya que se escuchaba los pasos que subían por las escaleras y la voz se hacía más fuerte:"Marianguuula, dame mis tripas y mi pusún que me robaste de mi santa sepultura".

Ella se ponía pensaba sobre lo que hizo y como que podía hacer para salvarse y en especial qué es lo que le iban hacer estos seres. Cuando de repente encontró una navaja o cuchillo y se cortó su estómago. Cuando los seres entraron a la habitación de Mariangula estaba con sus tripas regadas en la cama muriéndose lentamente y estos seres desaparecieron.

Se dice que la madre de Mariangula vende ahora"carne en palito" en lugar de tripa mishqui el chuzo o palito le sirve a Mariangula para defenderse de los fantasmas

Leyenda ecuatoriano

Leyenda ecuatoriano -  Padre Almeida



En esta historia se cuenta, como un padre el cual no era precisamente el mejor debido a su mala conducta.

Resultado de imagen para Padre AlmeidaLa leyenda cuenta que este padre, todas las noches salía a tomar aguardiente, para salir tenía que subir en un brazo de la estátua de Cristo, pero una noche minetras intentaba salir se dio cuenta que la estatia lo regreso a ver y le dijo: 




¿Hasta cuando padre Almeida? 

Y este le contesto "Hasta la vuelta" y se marcho. 
Una ves ya emborrachado, salió de la cantina y se encontraba paseando en las calles de Quito, hasta que pasaron 6 hombres altos completamente vestidos de negro con un ataud, aunque el padre Almeida penso que era un toro con el cual chocó y se desplomo, pero al levantarse regreso a ver en el interior del ataud, y ere él, el padre Almeida, del asombro huyo del lugar. 

Se puso a pensar que eso era una señal y que si seguia así podia morir intoxicado, entonces desde ese día ya no a vuelto a tomar y se nota en la cara de la estatua de Cristo mas sonrriente.

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